sábado, 1 de septiembre de 2007

Un mes más tarde

Querido hermano.

Ya no soy vegetariano. He puesto fin, unilateralmente, a la tregua que le he dado a cerdos, pollos, atunes y terneras, a todo lo que corre, nada o vuela.

Las impresiones que ha dejado el mes de prueba no han sido tibias: me he llegado a sentir totalmente estúpido negando lo que creo que debe ser parte de mi (no quiero generalizar) más ancestral naturaleza: mi omnivoracidad.

De las razones de salud que impulsan a muchos a convertirse (sí, es como una religión) al vegetarianismo, no he podido encontrar ninguna prueba. Ni me siento más ágil, ni más listo, ni más ligero (no he adelgazado ni un gramo), ni la energía vital (sea eso lo que sea) me desborda.

Sobre evitar el sufrimiento a los animales, haré lo que esté en mi mano para consumir y promocionar el consumo de animales sacrificados sin dolor, pero no puedo hacer más. La naturaleza me ha hecho así y no puedo ni debo ir contra millones de años de evolución que me han dotado de órganos para la digestión y para la degustación de la rica proteína animal.

Algunos dirán que un mes no es tiempo suficiente. Y yo responderé que no podía más, que obligarme a no ingerir algunas cantidades de carne me parece tan anti natura como agujerearse el cuerpo.

No como demasiada carne, algo más de pescado y no suelo robar a las gallinas más que media docena de huevos al mes. Voy a seguir así. Vuelvo a ser un humano.

No hay comentarios: